Para finalizar con “El triunfo final de la democracia”: en una sala de conferencias en el Berlín de 1930, el día 17 de octubre Thomas Mann expone “Un llamamiento a la razón”:
Hay que recordar el estado social-político de Alemania en esos días, el partido nacional-socialista se convierte en el segundo partido político del país con 107 escaños, después de las elecciones de septiembre.
T.Mann recuerda las ominosas clausulas del Tratado de Versalles y la crisis mundial que había hecho eclosión en 1929.
“La forma…es afín al espíritu, el cual también conduce al hombre hacia lo socialmente mejor. Y el arte anula el contraste entre idealismo y socialismo”
“No hace falta ser marxista ni materialista para comprender que el sentimiento y el modo de pensar políticos de las masas están determinados ampliamente por su situación económica, las cuales los traducen en crítica política, como si un filósofo enfermo tradujese sus achaques fisiológicos, sin remedio ideal, en una crítica de la vida. Es, de seguro, exigir demasiado pretender de un pueblo, económicamente enfermo un modo sano de pensar en política”
“Yo soy hijo de la burguesía alemana y jamás desmentí las tradiciones espirituales que se sobreentienden como de tal procedencia; mi labor descansaba sobre la simpatía de una vasta civilización burguesa alemana, es decir, sobre la confianza ética de aquella Alemania que sigue siendo decisiva para la conducta interior, para completar el cuadro espiritual de Alemania. No hago más que pagar confianza con confianza cuando, con mi confiado soliloquio, me dirijo a la burguesía alemana, no como hombre de clase ni tampoco como partidario de algún círculo de intereses político-económicos; ni soy hombre de clase, ni pertenezco a ninguna de ellas”
En este último párrafo escribe tres veces “burguesía alemana”, creemos que la repetición no es casual, además del concluyente “ni soy hombre de clase”. El pensamiento usual de izquierda diría que era un hombre de clase, burguesa, cual otra; pero un ciudadano y escritor de la talla de Thomas Mann no escribe tales cosas porque sí, no está de más intentar aclarar que se refiere a que no responde a una clase en particular, dado que su tarea era eminentemente progresista, vaya al fin la palabra, en el sentido que se le daba en esa época y el que debiera seguir teniendo hoy en día. Y a propósito sigue más adelante:
“…Por disposición natural el pueblo alemán no es radical, y si la medida de radicalización que ha quedado evidenciada por el momento no fuese más que una consecuencia de la depresión económica, se explicaría el auge del comunismo, pero no las afiliaciones en masa a un partido que parece unir la idea nacional con la social, de la manera más rígida y chillonamente pugnaz. No es acertado presentar lo político como mero producto de lo económico. Para explicar un estado de ánimo como el que ahora revela nuestro pueblo, ante el asombro del mundo, hace falta tomar en consideración la pasión política, más acertadamente dicho, el sufrimiento político; y sería conveniente que el extranjero percibiera la advertencia, la señal, el aviso de que no se puede exigir infinitamente de un pueblo, que tiene tantos motivos como el que más para sentir amor propio, lo que en realidad se ha exigido del pueblo alemán, sin convertir su estado de ánimo en un peligro para el mundo”
Escrito en 1930. Y la percepción y diagnóstico están en la línea misma de un Wilhelm Reich (ver “Psicoanálisis de masas del fascismo” de W. Reich en este blog, en “Bibliografía”)
“El tratado de Versalles fue un instrumento cuyos propósitos tendían a oprimir, por todo el transcurso de la historia, la energía vital de uno de los principales pueblos europeos; y considerar tal instrumento como Magna Charta de Europa, en la que debería basarse todo el porvenir histórico, fue una idea contraria a la vida y la naturaleza y que ya hoy no tiene en el mundo partidarios…”
“…mientras el germanismo no consiga inventar in politicis algo nuevo y original que surja de su propia naturaleza, será forzoso destilar de lo políticamente tradicional lo que contiene de más personal, y hacer así lo que sea mejor. Y esto en atención sobre todo a que nadie que conozca el germanismo puede dudar de que las tentativas realizadas hasta ahora para superar el parlamentarismo democrático, inspiradas en los ejemplos de la Europa oriental y occidental, la dictadura de una clase y la del aventurero cesáreo de orden democrático, son mucho más extraños todavía a la naturaleza alemana que aquel parlamentarismo democrático.
No hace falta mucha capacidad psicológica para reconocer en esos motivos de sufrimiento, producidos por la política interior y exterior, las causas que, aparte de la miseria económica, explican la sensacional manifestación electoral del pueblo alemán. Para expresar sus sentimientos se sirvió de una ruidosa propaganda electoral, llamada nacional-socialista. Pero el nacional-socialismo no hubiera podido alcanzar el poder ni la importancia que tiene como expresión del sentimiento de las masas; si no hubiera contado con un recurso procedente de fuentes espirituales ignoradas por la inmensa mayoría de sus afiliados y que, como todo lo efímero espiritual, posee una verdad relativa, necesidad lógica y perentoriedad, las cuales comunica en parte a la realidad popular del movimiento. Al descenso económico de la clase media se unió una sensación, que se le había adelantado en la forma de profecía intelectual y de crítica del momento: la sensación de un cambio fundamental, que anunciaba el fin de la época burguesa y de su mundo de ideas, o sea de aquella que datan de la Revolución Francesa.”
Lo subrayado es nuestro y se debiera referir, otra vez, a lo profundamente investigado y expuesto por Wilhelm Reich en sus obras, especialmente en “Psicología de masas del fascismo”, reseñado en la sección “Bibliografía” de este blog.
“Concurren otros fenómenos más a fortalecer el sentido espiritual, el movimiento político a que nos referimos, o sea el nacional-socialista. Entre dichos fenómenos figuran los determinados por cierta ideología de filólogos, por cierto romanticismo de germanistas y una profesión de fe nórdica de la esfera académica, con un lenguaje de probidad mística, de subido mal gusto y palabrero, como racial, nacional, heroico y mancomún. Agregan al movimiento un ingrediente de difusa y soñadora barbarie intelectual, más peligrosa y más ajena a la realidad del mundo, más oscura y que desorienta mucho más a los cerebros que el absurdo romanticismo político que nos condujo a la guerra. Nutrido por semejantes ingredientes espirituales y seudoespirituales, el movimiento que en la actualidad se resume bajo el nombre de nacional-socialismo, y que demostró tan enorme poder para la propaganda, se mezcla con la gigantesca ola de barbarie excéntrica, primitiva brutalidad de feria, de masas, seudodemocráticas, que barre en la actualidad al mundo, como producto de sentimientos salvajes, desorientadoras, y que a la vez la estimulan y embriagan nerviosamente abalanzándola sobre la humanidad”.
“…La humanidad parece haberse desbocado, como una bandada de escolares que acaban de fugarse del colegio. Compararla con la escuela humanista, ideal del siglo XIX, y con su moral –si es que se puede hablar de moral- nuestra era significa una atroz reacción. Todo parece permitido y lícito contra la decencia humana y aún cuando el dogma enseña que la idea de libertad se ha convertido en cachivache burgués –como si una idea tan íntimamente ligada al pathos europeo, sobre cuya base Europa, puede decirse, se ha constituido y a la que dedicó ingentes sacrificios, jamás pudiera perderse en verdad-, la libertad, abolida por el dogma, no deja de reaparecer en forma adecuada a la época, como embrutecimiento, escarnio de una autoridad humanitaria, difamada como inservible, desenfreno de los instintos, emancipación de la grosería, dictadura de la fuerza. En Polonia se arresta a los dirigentes de la oposición en vísperas de elecciones y el presidente de la nación insulta al parlamento, empleando términos de la jerga usada por los pillos; en Finlandia los lappos raptan y maltratan a gente que no comparte su modo de pensar; en Rusia se pretende apaciguar, con la sangre de contrarrevolucionarios fusilados, el hambre de aquellos a quienes se han sustraído los alimentos…” (Lo subrayado es nuestro)
“El fanatismo, la inconsciencia gesticuladora, la orgiástico negación de la razón, de la dignidad humana, de la actitud intelectual, ¿tienen verdaderamente un ambiente propio en alguna capa baja del alma del germanismo? Los profetas del nacionalismo radical ¿pueden vanagloriarse realmente de la adhesión con que se han encontrado y, desde el punto de vista de partido, no será el nacional-socialismo, tal vez un coloso con pies de arcilla que, en cuanto a la durabilidad, no puede parangonarse con la organización de masas social-demócrata?”
“…Hice, al comienzo de este discurso, profesión de mi origen burgués y de las tradiciones culturales que éste incluye. Conozco bien la aversión que la burguesía alemana siente instintivamente contra el socialismo y lo que se ha dado en llamar la “ideología marxista”. No ignoro que la tradición burguesa no considera suficientemente espiritual el predominio de la idea de clases sobre las del Estado, pueblo, cultura, ni el materialismo económico. Es verdad que el pensamiento cultural burgués procede de una esfera espiritual, mientras que la idea social de clases no puede negar su origen netamente económico. Pero hace mucho ya que llegó el momento de reconocer que la idea social de clases mantiene relaciones mucho más cordiales con el espíritu que la parte contraria burguesa-cultural que, con harta frecuencia, da a entender que perdió y olvidó el contacto con el espíritu viviente y la simpatía por sus exigencias vitales.” (Lo subrayado es nuestro, este párrafo ilustra la evolución de Thomas Mann hacia el socialismo).
“Hablé cierta vez de la enfermiza y amenazadora tensión que se ha producido en el mundo, entre el espíritu, el conocimiento alcanzado e interiormente ya realizado por los hombres cumbres y la realidad material; es decir, logrado sobre una realidad que la humanidad cree posible, para anular esa discrepancia vergonzosa. Para esa tarea demuestra la clase obrera una voluntad indudablemente mejor y más viva, en algunos órdenes, que su adversario. Por ejemplo, para legislar, racionalizar, para constituir internacionalmente a Europa y para otras cosas. La clase trabajadora, en contraste absoluto con el populismo burgués-cultural, es ajena al espíritu, de acuerdo con su teoría económica, pero filo espiritual y en la práctica y eso, según están las cosas actualmente, es lo decisivo”.
Respecto al año 1918 cuando derrotada Alemania hubo de firmar el Armisticio:
“Cuando llegamos a la situación de extrema desesperación, cuando las riendas del gobierno y del poder eran arrastradas en el lodo sangriento, y no hubo quien las recogiera, la socialdemocracia tomó en sus manos esas riendas, cargó con esa trágica e indeciblemente ingrata responsabilidad de la liquidación de la guerra y restableció un precario orden en medio del caos en que un sistema históricamente vencido y fugitivo había sumido al país. Ella dio al Reich una constitución que no ha de ser necesariamente la última palabra, la intocable Magna Carta de Alemania, tal como el tratado de Versalles no lo será para Europa. Sin embargo, a su amparo, Alemania ha podido vivir hasta ahora y dar los primeros pasos hacia su liberación y reconstitución. El término lleno de perversa injusticia puesto en circulación, esa palabra perfectamente desleal y sin conciencia de los “criminales de noviembre”, no hay en verdad alemán digno de este nombre honrado que sea capaz de escucharla sin sublevarse ni de formular con sus labios. ¿Es un crimen el encargarse del poder en un momento en que la historia lo impone y nadie es capaz de asumirlo? Entonces, cuando no existía un camino claro para Alemania, la socialdemocracia encontró por lo menos un camino transitable”.
En la parte final de la alocución, Thomas Mann defiende la obra política de Stresseman.
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