“Advertencia a Europa”, Buenos Aires, Editorial Sur, 1938.Traducción Ramón Jimenez.

 Contiene un prefacio de André Gide, la carta del Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Bonn anulando el doctorado Honoris Causa a Thomas Mann y su justamente célebre respuesta al Decano, más los capítulos “Advertencia a Europa”, “España” y “Cristianismo y socialismo”. Absolutamente fundamental para conocer el pensamiento de T.Mann. Publicado en 1938, el año del pacto de Munich. 

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/95/Thomas_Mann_1929.jpg

 Del prefacio de André Gide : “ El humanismo – nos explica Mann en una alocución pronunciada en Budapest, en ocasión de los debates organizados…por el Instituto de Cooperación Intelectual-  el humanismo… no es en nada escolástico y nada tiene que ver, directamente , con la erudición. El humanismo es más bien un espíritu, una disposición intelectual, un estado de ánimo humano que implica justicia, libertad, conocimiento y tolerancia, amenidad y serenidad; implica duda, también, no en cuanto es fin sino en cuanto es búsqueda de la verdad, esfuerzo lleno de solicitud por desprender esta verdad por encima de todas las presunciones de los que ponen a esta verdad a ocultas “. El humanismo, tal como lo presenta aquí Thomas Mann, puede parecer, en ciertos períodos apaciguados, unido a una suerte de renanismo sonriente; pero no hay que equivocarse; llega un momento en que la fuerza intenta doblar al espíritu; someterlo a alguna ordenanza arbitraria y brutal y en seguida el humanista auténtico toma conciencia de su papel; al rehusar doblegarse opone a la fuerza material otra fuerza: la fuerza irreductible del espíritu, cuyo valor insigne debe reconocer, de buen o mal grado, todo tirano… “No están ya –dice Mann- al abrigo de la destrucción los más altos valores ni tampoco quizás, el destino todo de nuestra civilización»

Fotograph taked from the book «Historia de la Literatura Argentina Vol II» edited by Centro Editor de América Latina. Published on November 1968 Buenos Aires, Argentina

 En “España”, acerca de la guerra civil:

 “ En verdad, lo que pasa en ese país desde hace meses constituye el escándalo más inmundo de la historia humana….Todo el mundo sabe cuán poco revolucionarias eran las reformas del Frente Popular español, esa alianza de los republicanos y los socialistas, consagrada por una victoria electoral decisiva y legítima… Este general (Franco) declara que prefiere la muerte de dos tercios del pueblo español, a ver reinar el marxismo, es decir, un orden mejor, más justo y más humano… ¿es esto nacional?… ¿Qué partido tiene más derecho a llamarse nacional? Se me tratará de bolchevique, pero no puedo dejar de declararme en favor del derecho, en este conflicto entre el derecho y la fuerza. Todos los grandes crímenes se cumplen en el mundo en nombre del interés, que no tropieza con escrúpulos en su “acción”. Es lo que vemos actualmente en España. ¿A quién tocaría el papel de oponer las reivindicaciones de la conciencia a todos los intereses, que siguen siendo mezquinos aunque tomen una máscara solemne, si no al poeta, al hombre cuyo juicio es libre? Toca a él elevar la voz, protestar contra este método que pone al crimen en la base de la política, con violación de todos los sentimientos humanos. No hay desprecio más fácil que aquél con que se cubre “al poeta que desciende a la arena política”. En el fondo, el interés es lo que habla así. No quiere una vigilancia que pueda turbarlo en su acción e invita al intelectual a acantonarse gentilmente en “lo espiritual”. A cambio de ello le será permitido considerar la política como indigna de su atención. No hay duda de que no debe percibir que este falso honor recompensa en él al criado, al cómplice del interés en que se ha convertido por su abstención. En nuestro tiempo, retirarse a la torre de marfil no es más que una tontería. Es casi imposible, por lo demás, no darse cuenta de ello”

 Aquí es propicio recordar palabras de Sartre escritas en 1948 en  “¿Qué es la literatura?”, “Situations II”, Buenos Aires, Editorial Losada, l950, en la presentación de Les Temps Modernes, traducción Aurora Bernárdez:

 “El escritor tiene una situación en su época; cada palabra suya repercute. Y cada silencio también. Considero a Flaubert y Goncourt responsables de la represión que siguió a la Comuna porque no escribieron una sola palabra para impedirla. Se dirá que no era asunto suyo. Pero, ¿es que el proceso de Calas era asunto de Voltaire? ¿Es que la condena de Dreyfus era asunto de Zola? ¿Es que la administración del Congo era asunto de Gide? Cada uno de estos autores, en una circunstancia especial de su vida, ha medido su responsabilidad de escritor”

https://dialnet.unirioja.es/recursos/imagen?entidad=REVISTA&tipo_contenido=65&revista=7066

 Siguiendo con T.Mann, al comienzo de “España”: “El poeta que naufraga frente al problema humano, planteado en su forma política, no es solamente un traidor a la causa del espíritu, a favor del partido del interés, sino que es, también, un hombre perdido… Se me preguntará, quizás, qué entiendo por “espíritu” y por “interés”. Pues bien: lo espiritual, considerado desde el ángulo político y social, es la aspiración de los pueblos a condiciones de vida mejores, más justas y más felices, mejor adaptadas a la dignidad humana. Lo espiritual es la aprobación de este deseo por todos los hombres de buena voluntad. El interés sabe que un cambio así reduciría ciertas ventajas y ciertos privilegios. En consecuencia, trata, por todos los medios, incluso el crimen, de impedir tal evolución, o por lo menos de detenerla por un tiempo; porque no deja de saber que hacerla imposible está fuera de su poder. El partido del interés está en acción en España y la devasta con una insolencia que hasta ahora era aún desconocida”

   En “Advertencia a Europa”, hablando de sí mismo: “… El hombre dotado de sentido crítico no tiene solamente el derecho sino el deber de emplearlo hasta el fin de sus días, aunque le sea preciso reconocer que ese ejercicio no está para nada de acuerdo con la busca del placer… ¡Una cultura! Toda una generación responde a esa palabra con una risa burlona, que se dirige, entendámoslo, al vocablo preferido del liberalismo burgués, como si la cultura no significara más que liberalismo y burguesía… Los ataques apasionados de Nietzsche contra Platón, contra Sócrates y contra el cristianismo, venían de un hombre que estaba más cerca de Pascal que de César Borgia y de Maquiavelo. Era la lucha ascética de un cristiano que trataba de superarse a sí mismo. Por razones semejantes, Marx combatía, como idealista, la noción de verdad y de moral del idealismo alemán, por el amor a una verdad y una justicia nuevas, y no por menosprecio del espíritu. Nuestra época debía de llegar allí porque había creado un idealismo romántico y había hecho posible… su difusión y todas sus consecuencias peligrosas. Poco cuidado se tenía por los peligros que encierra para la humanidad y la cultura todo anti intelectualismo de la inteligencia. Tal revolución contiene el germen de la reacción, es decir, la sombría posibilidad de todos los abusos, porque llega a ser, en realidad, la carta de ciudadanía, no solamente de todo lo que se opone a la razón pura, sino también de todas las deshonestidades y del desprecio por la verdad, la libertad, la justicia y la decencia…

Cuando las masas modernas supieron, como una novedad, que las altas esferas habían destronado al espíritu y a la razón, no se sorprendieron en demasía; desde hacía un tiempo estaba ya en marcha un proceso semejante en su mismo ambiente. Reaparecieron muy dulcemente cosas que el sentido crítico más severo del siglo XIX no hubiera aceptado, cubiertas al principio de la batahola de la época: ciencias secretas de toda especie, charlatanismo, sectas oscuras y seudo-religiones idiotas, cuentos imbéciles de los curanderos…fueron muchos los intelectuales que vieron en todo esto, no un miserable espectáculo de feria, un enceguecimiento sin nombre, sino un renacimiento de las fuerzas vitales profundas y ellos mismos participaron de la mistificación hablando de una revelación del alma popular. Así se preparó el terreno para la más absurda, la más abominable superstición de las masas… Sabemos lo que pasa cuando las clases medias y las capas inferiores, empobrecidas, desposeídas, abatidas por la miseria y llenas de resentimiento, se ponen a pensar, a fabricarse una mística. El pequeño burgués acaba de aprender que la razón había sido abolida, que estaba en libertad para insultarla. Cuando creyó, además, que la razón, ese cuco que participaba del socialismo, del internacionalismo y hasta del espíritu judío, tenía la culpa de su miseria, se atribuyó una facultad superior que le permitió escarnecer a la razón. Aprendió la palabra “irracionalismo”, tan difícil de pronunciar, pero que correspondía muy bien a su instinto profundo…”

 (En este punto es posible confrontar estas palabras con las ideas de Wilhelm Reich en su “Psicología de masas del fascismo”, 1° edición, Barcelona, Bruguera, 1980, traducción Roberto Bein:  “La vulgarización de lo irracional en el curso de la segunda y la tercera décadas de nuestro siglo, es, por cierto, uno de los espectáculos más ridículos y lamentables que nos ofrece la historia… Nuestro tiempo ha dado nacimiento al fenómeno, curiosamente vuelto al revés, de una reunión de pobres de espíritu que aplauden locamente la abolición de los derechos del hombre, proclamada por el altoparlante de una tribuna de orador. La verdad puede residir, sin duda, en la sencillez, pero jamás reside en la mediocridad”)

 En “Cristianismo y socialismo”, T.Mann alude a la religiosidad en la historia y los tiempos de cambio modernos: “Quiero añadir aquí que ninguna pasión religiosa nos debe turbar en la búsqueda que inspira nuestro esfuerzo, que no es deshonroso para la razón, tendiente a obtener de nuestra condición humana el máximo de libertad, de dulzura, de felicidad. A menudo me he preguntado si puedo calificarme de socialista. No me adhiero a la concepción marxista ortodoxa de la cultura. No puedo, personalmente, considerar a la economía y la lucha de clases como las realidades fundamentales de la vida, y no ver en las obras del espíritu y de la cultura más que una “superestructura ideológica”. Desde el punto de vista histórico, puede haber en ello algo de cierto, pero, a mi juicio, las obras del espíritu no pertenecen a clase alguna… No se puede dar cuenta, desde el punto de vista único de la clase, de los grandes descubrimientos e inventos de la ciencia, de las obras de un Newton o un Einstein… son obras libres de la humanidad… obras del espíritu, de la filosofía y del arte, a las que se vincula necesariamente una emancipación, una liberación de todo origen y de toda clase. Los grandes artistas y los grandes pensadores han sido siempre, en cierto modo, los hijos perdidos de su clase, cuya naturaleza no ha correspondido exactamente, jamás, a las definiciones del marxismo… Es preciso reconocer que esos destinos victoriosos o trágicos (Goethe, Nietzsche) nada tienen que ver con la burguesía y que el pensamiento libre y audaz, la conciencia, el conocimiento, son valores humanos que no son productos de tal o cual clase. Conozco un grito del gran individualista Nietzsche, que tiene un sonido muy socialista: “El pecado contra la tierra es el más terrible pecado… No ocultar más la cabeza en la arena de las cosas celestes, sino llevar orgullosamente esta cabeza terrestre que crea el sentido de la tierra” He ahí el materialismo del espíritu: es el retorno del hombre religioso a la tierra, que representa para nosotros el cosmos. Y el socialismo no es otra cosa que la decisión, que se impone como un deber, de no desviar ya la mirada hacia las nubes metafísicas, huyendo a las exigencias más urgentes del universo material, de la vida social y colectiva, sino de estar con los que quieren dar a la tierra un sentido, un sentido humano”

 Con respecto a lo transcripto de “España” respecto de las reformas del Frente Popular se puede consultar lo escrito por el embajador de EEUU en España desde 1933 a 1939, Claude G.Bowers, en cuanto a la  presencia de comunistas en el gobierno de la República Misión en España 1933-1939: » My misión to Spain- Watching the rehearsal for World War II»

:   Es casi un deber resaltar los conceptos y términos que emplea la Universidad de Harvard al comunicar a T.Mann el otorgamiento del doctorado Honoris Causa en Filosofía: este texto lo incluye T.Mann en su respuesta al decano de la Facultad de filosofía de Bonn tras haberle sido retirado el título Honoris Causa en diciembre de 1936; tanto la carta del Decano nacionalsocialista como la respuesta de T.Mann son de lectura obligada.

Carta del Decano alemán a Thomas Mann:

“Universidad Federico Guillermo- Facultad de filosofía  J, N°: 58

 Bonn, 19 de diciembre de 1936.

 De acuerdo con el Sr. Rector de la Universidad de Bonn, debo notificar a Ud. que la Facultad de Filosofía se ha visto en la obligación de eliminarle de la lista de sus doctores honoris causa, a causa de la excomunión nacional contra Ud. Su derecho a este título queda derogado de conformidad con el artículo VIII de nuestros estatutos.

 El Decano, Firma: Ilegible”

  Pasajes de la carta de Thomas Mann al Decano:

 “Sr. Thomas Mann, hombre de letras.

       Al Sr. Decano de la Facultad de Filosofía de Bonn.

      Sr. Decano:

  Acabo de recibir la entristecedora comunicación que Ud. me dirige con fecha 19 de diciembre. Permítame responder lo que sigue:

 Las universidades alemanas, por una prodigiosa incomprensión de la hora presente, se hacen cómplices de todas las fuerzas nocivas que socavan los fundamentos de la moral, de la cultura y la economía alemanas, al hacerse en cierto modo el suelo de donde esas fuerzas sacan su alimento. La pesada responsabilidad que han asumido por eso mismo me han  quitado desde hace tiempo toda la alegría de haber recibido antaño una dignidad académica. Eso mismo me ha impedido hasta utilizarla. Si llevo todavía hoy el título honorífico de doctor en filosofía, lo debo a la Universidad de Harvard, que acaba de conferírmelo, dando, para su decisión, motivos que yo no puedo ocultarle. He aquí, traducido del latín, el texto del diploma:

 “Nosotros, Rector y Senado, con la aprobación de los honorables inspectores de la Universidad, hemos declarado y proclamado, en sesión solemne, doctor en filosofía honoris causa, confiriéndole todos los derechos y honores adjuntos a esta dignidad, a Thomas Mann, el escritor universalmente conocido que, al esclarecer por su obra, para muchos de nuestros conciudadanos, los problemas que plantea la vida, ha resguardado, con un número muy pequeño de sus compatriotas, la alta dignidad de la cultura alemana”

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/76/Harvard_Square3.jpg/220px-Harvard_Square3.jpg

 «Ya ve Ud. que idea, tan extrañamente opuesta al concepto alemán, se forman de mi papel los espíritus libres y cultos de allende el Atlántico y puedo añadir que lo mismo pasa en otros países. Jamás se me hubiera ocurrido vanagloriarme de los términos de este documento. Pero hoy y aquí, puedo, hasta debo citarlos.

 En el caso, Sr. Decano, de que haya fijado Ud. en el pizarrón de su Universidad la comunicación que me ha dirigido (no conozco sus costumbres), desearía vivamente que mi respuesta compartiera ese honor. Ciertos miembros de la Universidad, estudiantes o profesores, se verían, tal vez, al leerla, sorprendidos por un temor, rápidamente reprimido, sin duda, pero que les permitiría entrever, e una intuición repentina, más allá de su universo limitado, constreñido, hostil, otro universo en el que el espíritu es libre.

 Podría terminar aquí, pero se me imponen todavía otras consideraciones. A propósito de mi exclusión de la comunidad nacional he guardado silencio, pese a muchas preguntas que se me han hecho. Pero puedo considerar la excomunión académica como ocasión propicia para una breve confesión personal. En cuanto a Ud., Sr. Decano, cuyo nombre no conozco siquiera, sírvase considerarse solamente como destinatario accidental de esta declaración, que apenas le concierne.

Durante estos cuatro años de destierro, que no podría llamarse voluntario sin mentir, porque si hubiera permanecido en Alemania, o hubiera regresado allí, ya no estaría probablemente con vida, no he cesado de reflexionar sobre lo extraño de mi destino. Jamás hubiera podido imaginar, jamás se me predijo en mi cuna que, en mis días de anciano, desposeído y maldecido por mi patria, viviría como emigrado, erguido en una actitud de protesta política cuya necesidad profunda me sería impuesta. Desde mi iniciación en la vida del espíritu he vivido siempre cómodo entre las tradiciones espirituales de mi nación, gracias a un acuerdo feliz con las aspiraciones del alma alemana. He nacido más para atestiguar en la serenidad que en el martirio, para aportar al mundo un mensaje de paz más que para alimentar la lucha y el odio…

 …Por lo demás, no solamente por el silencio despreciativo en que me he refugiado durante estos últimos cuatro años he provocado yo la cólera de los poderosos; mucho antes de eso, mucho antes de que lo supiera la burguesía alemana, para gran desesperación suya, me apercibí de lo que valían los hombres que se disponían a intervenir y cuál sería su acción. (Lo resaltado es nuestro)

 Cuando Alemania cayó en sus manos quise callarme: con ese gran sacrificio creía adquirir un derecho al silencio de ellos, un derecho que me permitiría conservar aquello que tengo en el corazón por encima de todo: el contacto con mis lectores de Alemania. Me decía yo que mis libros estaban escritos para alemanes, para ellos ante todo; la simpatía que les llegaba   de fuera no era para mí más que un accidente feliz. Mis libros  son, en efecto, el producto de una unión estrecha entre la nación y el autor. Viven en un clima particular que yo mismo he contribuido a crear en Alemania. Son vínculos frágiles que merecen ser protegidos. No se debería permitir a la política romperlos brutalmente.

Tal vez hubiera habido entre nosotros algunos impacientes que, afectados en su libertad, habrían reprochado su silencio a aquel que todavía gozaba la suya. No obstante me habría sido posible esperar que el gran número comprendería mi reserva y hasta me hubiera agradado. Tal era mi intención. Pero no pude atenerme a ella. No hubiera podido vivir ni trabajar. Hubiera sido, para mí, un verdadero envenenamiento, no poder, de en vez en cuando, “lavar mi corazón”, como dicen los Antiguos, no poder expresar sin reticencias mi desagrado por esos miserables discursos que resonaban en mi país y por los actos más miserables todavía que en él se cumplían. Con razón o sin ella, mi nombre estaba ligado, por el mundo a la noción de una Alemania que el mundo ama y honra. Me vi pues, en la obligación de denunciar abiertamente las mutilaciones salvajes que se hacía sufrir a esta Alemania. Y esta obligación turbaba mis sueños de artista, a los que de tan buena gana me hubiera abandonado. Pero no podía sustraerme a esa obligación, porque siempre me ha sido dado expresarme, liberarme por la palabra. La vida no encuentra para mí su cumplimiento sino en esa creación constante del idioma que purifica a la emoción y la conserva. El idioma está lleno de un gran misterio. Somos responsables de su pureza. Y esta responsabilidad  es simbólica; no es solamente del dominio del arte, es cabalmente moral. Es la responsabilidad humana en su esencia misma: nos compromete con respecto a nuestro propio pueblo, al obligarnos a conservar pura su imagen ante los ojos de la humanidad. En el sentimiento de esta responsabilidad vivimos la unidad humana, la totalidad del problema humano. Y las exigencias de esta totalidad no permiten a nadie, hoy menos que nunca, separar en su vida, el arte de la cosa política y social, so pretexto de aislarse en una “cultura superior”…

…Soy un alemán cuyo patriotismo se manifiesta, cándidamente, tal vez, en la convicción profunda de que todo lo que se realiza en Alemania, es, desde el punto de vista moral, de una importancia única. ¿Cómo pues, hubiera podido permanecer mudo, aceptar el callarme para siempre, en presencia del mal irreparable de que todos los días  son víctimas, en mi país, el cuerpo y el alma, el espíritu, la justicia y la verdad? ¿Cómo hubiera podido pasar en silencio los terribles peligros que hace correr a Europa ese régimen destructor del hombre, que lo ignora todo de las exigencias de la hora presente…?

…Basta pensar en lo que son los hombres a quienes el azar ha dado el poder ridículo de hurtarme mi nacionalidad, para que aparezca toda la ridiculez de su acción. ¿Cómo habría podido insultar yo a Alemania al desaprobarlos? Veamos: tienen la increíble audacia de pretender que representan a Alemania, que son Alemania, cuando no puede estar lejos ya el momento en que el pueblo alemán rehusará, con su última energía, que se le identifique con ellos.

 ¿Qué han hecho de Alemania en menos de cuatro años? Los armamentos de guerra han arruinado económica y materialmente al país. Con su actitud amenazadora han hecho de ese país un obstáculo para el mundo entero…Nadie quiere a este país. Se le observa con angustia y con una aversión profunda. Se encuentra al borde de la catástrofe económica y sus “enemigos” aterrorizados le tienden la mano para tratar de salvar del abismo a un miembro de la futura comunidad de los pueblos, en  la esperanza de que este pueblo recuperará la razón y tendrá conciencia de las necesidades del momento…Aquellos a quienes amenazan y traban deben, finamente, darle auxilio para evitar que conduzca a Europa a una guerra sobre la cual siempre tienen fijos los ojos, como su suprema razón de ser.   (Lo resaltado es nuestro)

 …Los estados maduros y cultos –entiendo aquí por cultura el conocimiento de la verdad fundamental de que la guerra no está ya autorizada- tratan a este gran país, tan peligroso para sí como para los demás, o más bien a los jefes imposibles a que está entregado, como los médicos tratan a sus enfermos: con una indulgencia y una prudencia sin límite, con una paciencia inagotable, aunque poco gloriosa para quien es objeto de ella. Pero esos jefes creen tener que responder haciendo “política”, una política de fuerza y de hegemonía…Cuando un Estado hace política mientras los demás no piensan siquiera en la política, sino solamente en la paz recoge, es cierto, algunas ventajas por un tiempo…Pero, ¡desgraciado del pueblo que, por no encontrar verdaderamente ninguna otra salida, creyeran encontrarla en la horrible guerra, aborrecible para los hombres y para Dios…!.La razón de ser y el fin supremo del estado nacional-socialista radican únicamente en esto: adiestrar al pueblo alemán para la “guerra por venir”, reprimiendo sin merced, extirpando por la violencia, toda veleidad de reacción; hacer de ese pueblo un instrumento de guerra, infinitamente dócil, al que no debilite ningún pensamiento crítico y que se deje llevar por una ignorancia ciega y fanática…¿Por qué este régimen, que niega en palabras y en actos todos los derechos del hombre, quiere permanecer en el poder y no quiere otra cosa? ¿Acaso porque, en la imposibilidad de hacer la guerra, aunque la quiere, se condenaría de sí mismo, haciendo la paz?

 En verdad, Sr. Decano, he olvidado del todo que me dirigía a Ud. Pero puedo recobrar la seguridad pensando que hace tiempo, tal vez, que no me sigue Ud. asustado de este idioma cuya costumbre se ha perdido en  Alemania, atónito de que se ose hablar libremente en alemán. ¡Ah! No es el orgullo lo que me hace hablar así, sino una angustia torturadora de la que sus jefes no han podido librarme en la época en que decidían que yo no sería más alemán. Mis palabras nacen  de un sufrimiento del alma y del espíritu cuyo peso soporto cada instante de mi vida desde hace cuatro años y contra el cual he debido defender mi obra   con una lucha cotidiana. Mi pena es inmensa. Si el hombre, por pudor religioso, ya no deja caer de buen grado, de sus labios o de su pluma, el Nombre supremo, hay sin embargo, momentos de profunda emoción en que, para expresarse por entero, no puede abstenerse de hacerlo. Permítame pues, ya que no puedo decir más, terminar mi carta con esta invocación:

 ¡Dios quiera socorrer a nuestro país ensombrecido y alejado de su vía y enseñarle a hacer la paz con los demás y consigo mismo!

                                                         Thomas Mann

                                     Kusnacht, Lago de Zúrich, Año Nuevo, 1936-1937 «

Se puede ver el original de la nota enviada por el Decano de la Facultad de Filosofía en You Tube , minuto 25 del documental » Thomas Mann: ein Leben (una vida) gesehen von Klaus Harpprecht (NDR 1995)