Antecedentes como amplio panorama general. Las siguientes son las apreciaciones de Harold Laski, “Reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo”, tercera edición, Buenos Aires, Editorial Abril, 1946, traducción de José Otero Espassandín. En el Capítulo I, “Sobre el espíritu de la época”, página 27, referente a Inglaterra y Francia:
“En cada caso, la experiencia de un gobierno de moderadas reformas fue suficiente para lanzar a los hombres “sanos y cuerdos” a divertida expectación al observar a los hombres nuevos batallando con las riendas del poder. Pero se convencieron muy pronto de que sólo ellos podían guiar con seguridad el carro. Exactamente igual que el ancien régime encontró que el programa de reformas moderadas de Turgot era una comida demasiado fuerte para sus estómagos, así los dueños de propiedades en Inglaterra y Francia se asustaron del costo de las modestas reformas de los gobiernos de McDonald y Blum. Puesto que tales gobiernos dependían necesariamente de su confianza, sus miedos fueron suficientes para arrojar a los nuevos hombres del poder”
Página 28: “Tal fue sobre todo en Inglaterra después de 1931. En el aspecto interno nada de importancia se hizo. Paro, zonas de depresión, vivienda, nutrición, educación, los rasgos esenciales de estos problemas quedaron como estaban antes de la subida del gobierno al poder… Este trató el problema crucial de la India con una torpeza para captar sus nuevos horizontes igual a la que sus predecesores habían mostrado en el siglo XVIII al tratar el problema de América y en el XIX, el de Irlanda. Nada parecía existir a que pudiesen hacer frente con audacia o imaginación. Tal fue sintomático de su temple el hecho de que al empezar la guerra en 1939, abandonasen una bien modesta cuota de reforma penal, por cuanto la propuesta de abolir los castigos corporales podía poner en peligro su mayoría en la Cámara de los Comunes”
“Este temor en acometer los aspectos de política interna fue más que igualado por la timidez en la esfera internacional” (De estos hechos y este panorama se acordaría muy bien el electorado que eligió a Clement Attle como Primer Ministro laborista en plena rendición de Alemania)
“Los estadistas ingleses no supieron abordar las innovaciones que se les presentaron, ni con seguridad ni con coraje. Por un lado se hallaba la Unión Soviética, consciente de su creciente poderío y edificada sobre cimientos que, acertados o no, se hallaban en el polo opuesto de la experiencia y de la fe inglesas; una Unión soviética, empero, cuyo primario interés, como consecuencia de su primaria necesidad, era la paz. (Lo resaltado es nuestro) Página 29:
“Hitler y Mussolini a una, empezaron una política de desafío a las potencias cuyo interés era mantener la paz. Cada paso en sus actividades encontró al gobierno inglés tímido e incierto en frente de una desenfrenada agresión tras otra. Sacrificó Abisinia y Albania a Italia. Permitió que la República Española fuese víctima de los dictadores fascistas. Ofrendó a la democrática Checoeslovaquia en el altar de la ambición de Hitler, aun alegando en este caso que la decisión de Checoeslovaquia de defender su propia existencia constituiría una amenaza para la paz de Europa y que dicho país sería enteramente responsable de lo que pudiera resultar de tal proceder.
El argumento de que sólo una técnica de seguridad colectiva salvaría a Europa…de los dictadores…no mereció su atención. Dicho gobierno convenció a la Unión (Soviética) de que Gran Bretaña ya no estaba dispuesta a resistir la agresión. El resultado de la incapacidad del gobierno inglés de prever las consecuencias de su política fue la conclusión de un pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética” (Lo resaltado es nuestro)
“Lo que pudiera disuadir a Hitler de arriesgarse en una guerra por la dominación de Europa era el temor de ser atacado en dos frentes, el acuerdo con la Unión Soviética eliminó ese temor. El 31 de agosto de 1939 Hitler atacó Polonia, dos días después Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. Todos los años de “apaciguamiento” terminaron así en la catástrofe que pretendían evitar” (Lo resaltado es nuestro)
“Es vital preguntarse por qué, durante los seis años de gobierno de Hitler especialmente, el gobierno inglés no adoptó ninguna línea consistente de acción tendiente a detener al agresor. En parte al menos, el hecho debe atribuirse al natural horror de sus leaders a cualquier política que, por su amenaza implícita, condujese a la perspectiva de guerra. Dígase lo que se quiera contra Chamberlain, tiene a favor suyo el importante argumento de haberse aferrado a la paz durante más tiempo todavía de lo que era razonable creer en ella. Pero dicho esto, las acusaciones contra los hombres de estado ingleses durante los años que siguieron a 1931 son muy graves”
“Condonaron la agresión del Japón contra Manchuria y otras posteriores y lo mismo hicieron con cada aspecto de las agresiones italianas; hasta cargaron de alabanzas repugnantes a su autor, en tanto permanecían silenciosos ante los horrores de su régimen interior. Página 30: “También transigieron con los varios actos de agresión alemana e incluso estuvieron en connivencia con ella para el desmembramiento de Checoeslovaquia. La llamada política de no intervención en España destruyó inevitablemente una democracia naciente, cuya amistad hubiera sido útil para los intereses estratégicos ingleses en el Mediterráneo”
“Deliberadamente miraron con desdén a la Unión Soviética, durante los cinco años en que dicha potencia pudo haber sido rápidamente movilizada en favor de la paz que Inglaterra ansiaba conservar. En dichos años dieron muestras de que, si bien no lo deseaban, les era indiferente un ataque de Alemania a la Unión Soviética; de este modo despertaron en ésta la sospecha de que verían su destrucción sin inmutarse. Resulta imposible no establecer una comparación entre la indiferencia del gobierno inglés ante la suerte de dos democracias, ambas destruidas con su activo o su pasivo consentimiento y sus solemnes garantías a los estados semifascistas tales como Polonia, Rumania y Grecia” (Lo resaltado es nuestro)
En este punto otra vez se debe leer lo escrito por Jean-Paul Sartre en sus “Cuadernos de guerra”: Parte 3 del presente Tema histórico.
Página 31: “Vacilar, dejar el juego abierto, cortejar a los dictadores era, sobre todo con una potencia fascista, producir una impresión de debilidad e incertidumbre. En el complejo juego de política de poderío que Chamberlain y sus colegas estaban jugando, la debilidad y la incertidumbre eran los pecados cardinales. Nada que no fuese esto pudo inferirse en Roma y Berlín de la dimisión de sir Robert Vansittart y de Eden, y de la ostentosa exclusión del gabinete de Churchill a favor de una curiosa serie de mediocridades a medias conocidas.
Y no es que Chamberlain recibiese menores advertencias desde los asientos de su propio partido que desde los de la oposición. Su política, como estaba advertido también, despertaba profundas sospechas y recelos en los Estados Unidos. Ello condujo directamente al abandono de una política internacional activa por las potencias escandinavas, por Holanda y por Bélgica…y de todo ello resultó también la completa destrucción del prestigio moral de la Sociedad de Naciones.
Fue esta una política condenada desde sus comienzos a un completo fracaso. ¿Por qué se adoptó? La sola respuesta, creo yo, se halla en el miedo que sentían Chamberlain y sus colegas a las posibles consecuencias, de una política de seguridad colectiva. Porque el punto de apoyo de dicha política tenía que ser una colaboración defensiva con la Unión Soviética. (Lo resaltado es nuestro). Su entera visión de la vida estaba cimentada sobre el odio a la filosofía del régimen de este país. Pudieron haber lamentado los hábitos más brutales de Hitler y Mussolini. Pero los dictadores fascistas dejaron intactas las estructuras de clase de sus sociedades Arriesgarse a derrocarlos…era arriesgarse a un levantamiento revolucionario, tal vez a un levantamiento comunista en Italia y Alemania.
Si la paz era el objetivo principal de la política de Chamberlain, también lo era el evitar toda política que pudiera favorecer el advenimiento del socialismo y en la medida en que los intereses británicos no estuviesen amenazados directamente, parecía que difícilmente pudiese haber sacrificio de los demás que él no estuviese dispuesto a aceptar»
Página 32: “Si Hitler se hubiese detenido en Munich, si hubiese estado dispuesto incluso a tomar la libra de carne de Polonia por negociación y no por la guerra, poca razón hay para no suponer posible un arreglo anglo-germano sobre el particular. La guerra no se produjo como consecuencia del odio de Chamberlain a las “cosas perversas” de Alemania. El vio su maligna influencia extendida a un país tras otro con poco más que protestas formales, incluso la violación del compromiso con Checoeslovaquia sólo despertó en él una tardía protesta. Sólo vino a condenarlas cuando se vio…que formaban parte integrante de una técnica de conquista que incluía la derrota de Gran Bretaña…” (Otra vez se debe volver a Jean-Paul Sartre, “cuadernos de guerra” citado en el punto 3 del presente Tema Histórico)
“Chamberlain, en efecto, estaba jugando a una política de poderío desde el momento en que tomó las riendas del gobierno sin haber llegado a percatarse de que la base de dicha política es el miedo. Desde el comienzo ansiaba dos cosas incompatibles. Ansiaba mantener los intereses creados de Gran Bretaña en toda su amplitud histórica y ansiaba la paz con aquellos hombres que no podían subsistir como dictadores si aquellos intereses no eran atacados. La sola manera de forzarlos a aceptar la paz consistía en formar una coalición contra ellos tan abrumadora por el contingente de sus fuerzas, que no se hubieran atrevido a afrontar el riesgo de romperla. Pero no podía llegar a formar dicha coalición por dos razones: temía la caída de los mismos por una parte y temía el acrecentamiento del prestigio de la Unión Soviética por la otra. Y dominado por el miedo hizo lo peor que podía. Perdió la coyuntura de la paz y contribuyó a colocar a la Unión Soviética en una actitud que se parecía mucho a una benévola neutralidad con los dictadores.
Los líderes de la Unión Soviética se equivocaron, indudablemente, al creer que no habría agresión posible a otro Estado, a la cual Chamberlain no estuviese dispuesto a acomodarse. Se equivocaron porque se formaron una falsa idea –lo cual es muy natural en hombres no acostumbrados a las relaciones de una política democrática- del temple del pueblo inglés y de su capacidad para exigir la debida atención a sus puntos de vista. Pero no estuvieron muy equivocados al juzgar a un Primer Ministro que pudo presenciar sin pesar la destrucción de la democracia Checa y en cambió se apresuró a garantizar la integridad de la semifascista Polonia que había representado ansiosamente el papel del chacal de Hitler en Munich”
Aquí debemos puntualizar varios ítems: “la Unión Soviética se equivocó al creer que Chamberlain toleraría nuevas agresiones de Hitler”…”no estaban acostumbrados a las relaciones en una política democrática”: más bien que la URSS no podía esperar a que la opinión pública cambiara en Gran Bretaña y que el gabinete Chamberlain cayera por arte de magia. Este último cayó sólo cuando Francia se vio arrollada por la invasión nazi en mayo de 1940, después de 8 meses de Drole de guerre y la retirada a Dunkerque en junio.
Página 33: (Para los conservadores) “…la Revolución Rusa ha representado en nuestra época prácticamente el mismo papel que representó la Revolución Francesa hace un siglo y medio. En vez de verla como, en parte al menos, resultado inevitable de largos años de torpezas gubernamentales espantosas y en parte también como consecuencia lógica de doscientos años de revolución industrial y de tres siglos de revolución científica, sólo advierten los crímenes y las torpezas que la acompañaron y el hecho de que las principales víctimas de los mismos fueron personas de su propia clase. Pretenden colocar un cordon sanitaire en torno a la Revolución Rusa justamente lo mismo que hicieron sus antepasados con la de Francia en 1789. No pueden comprender que la Revolución produjo a Stalin en nuestros días con la misma seguridad con que fue producido Robespierre en 1789 y que nadie hasta el momento ha conseguido poner un cordon sanitaire a las ideas. A la amenaza de revolución sólo cabe históricamente una respuesta: las reformas que brinden regocijo y esperanza a aquellos que, de otro modo, ganarán a su causa los revolucionarios”.
Página 37: “Desde su mismo origen, en 1917, la Unión soviética ha temido el ataque de una alianza de los estados capitalistas. La guerra civil y los años terribles de intervención, le dieron por supuesto, buenas razones para temerlo. En consecuencia, su política tuvo por base la suposición de que su seguridad tiene por fundamento la división de sus enemigos. De 1919 a 1934, por lo tanto, concentró su atención principalmente en fomentar la amistad con aquellas potencias, en especial con Alemania (la Alemania de Weimar), que se consideraban a sí mismas víctimas de la guerra de 1914. Con ello, si era atacada, podía esperar de su parte, si no ayuda, al menos su neutralidad. A partir de 1934, cuando Alemania se proclamó la punta de lanza de las fuerzas antisoviéticas, la URSS cambió completamente la dirección de su orientación diplomática. Entró en la Sociedad de Naciones –a la que había llamado antes “Unión de estados ladrones” – y se puso a la cabeza de aquellos que ansiaban organizar la seguridad colectiva contra la agresión. Después de Munich empezó a resultar claro que la concepción soviética de la seguridad colectiva tenía pocas esperanzas de éxito. El gobierno soviético hizo un esfuerzo final para llegar a un convenio con Inglaterra y Francia. Convencida por la marcha de las negociaciones de que ninguna de ellas tenía firmes deseos de llegar a nada concreto, la Unión soviética se volvió hacia Alemania de la cual durante seis años había sido el crítico más destacado e hizo un pacto con Hitler, quien al menos temporalmente le ofrecía neutralidad de aquella parte” (Lo resaltado es nuestro)
Página 85: “En el período de 1934 a 1939…la necesidad de la Unión Soviética era protegerse de la contingente amenaza de Hitler…. Fue aquella necesidad, además, la que la llevó a asumir la dirección de las fuerzas antifascistas del mundo y protestar contra todo intento de apaciguar a los estados facciosos, porque vio con suficiente claridad que un acuerdo entre Hitler y el Oeste estaría seguido de un ataque nazi contra la Unión soviética.
Deja un comentario