Página 272, Pertinax: “Hemos mencionado el motivo de la expedición de Noruega y la carta desacertada enviada por Paul Reynaud a Neville Chamberlain.Partió de la misma fuente, el 22 de abril, para Mussolini, un telegrama intempestivo. La víspera, cumpleaños de Hitler, el Duce había hecho publicar un mensaje de felicitaciones que en la ocasión le había enviado. Formulaba votos por el triunfo de las armas alemanas. Ocultando el secreto al Secretario General (Léger), Reynaud, armado de su buena pluma administró al “neutral” pescado en falta, una severa lección. Ciertamente, tratar a Mussolini desde lo alto y no permanecer pasivo frente a sus excesos lingüísticos, hubiera resultado más eficaz, más útil, en otros tiempos, al interés de Francia. La insolencia del fascismo no ha cesado de ser alimentada por nuestras capitulaciones, por el espanto manifiesto que nos inspiraban las peores fanfarronadas del dictador. El 22 de abril, era ya muy tarde para cambiar de método. Entonces no nos quedaba más que perseverar en esa benignidad que habíamos tenido frente a Roma.
Reaccionar contra el pasado mientras Francia estaba ya trenzada con Alemania en el cuerpo a cuerpo decisivo, era revelar que una vez vencida la crisis, procederíamos a una dura regulación de cuentas, incitar a los interesados a jugar el todo por el todo, paralizar a esos que, en los consejos del Palacio Venecia (sede del gobierno italiano), se oponían quizás todavía a la aventura. En una hora tan grave, ponerse y de qué modo, en el caso de Mussolini frente al Führer, creaba al Duce un riesgo al cual él era sensible, el riesgo de ser tenido en sospecha por los alemanes y empujarlos a cubrirse por el lado de Berlín. Rápidamente se puso al abrigo, precisando todavía su evolución hacia la beligerancia, ya bastante visible, después de la entrevista del Brenner, el 18 de marzo. Con la torpeza de Reynaud, lo peor cristalizaba. El embajador del Duce en París, M.Guariglia en contacto estrecho y confiado con el secretario general del ministerio de Negocios Extranjeros (Léger), se había aplicado sinceramente y no sin habilidad (página 273), a conjurar sus esfuerzos con los del Quai d´Orsay para conservar de día en día, a veces, de hora en hora, el equilibrio precario franco-italiano.
Hacia el 27 o 28 de abril, refiriéndose al cambio de telegramas entre Reynaud y Mussolini, que podía creer ignorado por el secretario general, el embajador de Italia demostraba a Alexis Léger su consternación y, por primera vez, le confesó no tener más confianza en los recursos de la diplomacia, que los dos, hasta allí, habían dispensado al convenio. (13): Guariglia consideraba peligrosa la orientación de su país. Veía que el automatismo anti francés y antibritánico, creado por Mussolini, llevaba a la guerra y que su país padecería. Daba crédito al poder militar de Francia. Como su ministro, el conde Ciano, nos creía más fuerte de lo que éramos y tenía miedo del triunfo alemán, no cesaba de repetir: “No nos den malos pretextos. No hagan jugar el automatismo”
Página 275, capítulo IX, La caída de Alexis Leger:
“El corrillo del Palacio Borbón estableció definitivamente su poder, el 19 de mayo, cuando M.Alexis Léger fue despedido en las formas más sumarias y más injuriosas. Ese alto funcionario dirigía la política francesa, después de la retirada de Philippe Berthelot en noviembre de 1931, con una autoridad incontestable. Lo he visto regularmente a partir del otoño de 1933, excepto en los períodos bastante numerosos en que yo estaba de polémica con su ministro. El ha apoyado siempre la línea de acción de acuerdo a los intereses de Francia: primacía de la entente y de la colaboración con Gran Bretaña, necesidad de mantener las alianzas polaca y checoeslovaca, de hacer evolucionar a Rusia lejos de Alemania, de transformar la Sociedad de las Naciones, para el momento del peligro, en una liga militar y económica apoyando a las potencias occidentales. Sobre estos principios, lo encontré firmemente establecido. Ni durante la guerra ítalo-abisinia de 1935-36, ni cuando el reflujo de la Reichwehr en los países renanos, el 7 de marzo de 1936, se ha separado de los grandes puntos indicadores. Lo oigo todavía exclamar en abril: “¡Hemos perdido Europa central y hemos perdido la paz!”. En sus palabras estallaba el sentimiento de la dignidad de Francia, común a todos los grandes servidores del Estado. ¿Por qué las controversias públicas no han cesado de batir y rebatir a ese hombre de una absoluta integridad intelectual y moral? Laval, Flandin y Bonnet, esos disidentes inveterados de la política tradicional de Francia tendida hacia la consolidación de la independencia y la grandeza nacional, siempre chocaron con él” (Lo resaltado es nuestro)
Documental de 1996 (se puede ver en You Tube) sobre la vida de Léger como diplomático y escritor: seudónimo: Saint- John Perse: «Un siecle d´ecrivains- 1887-1975», dirigido por Jean-Denis Bonan. #
Página 276: “Contrariamente al exhorto que circula, Alexis Léger no se ha tomado jamás el derecho de hacer prevalecer contra ellos sus propias concepciones, quisieran lo que quisieran, o hicieran lo que hicieran. Agente ejecutivo al servicio del Estado, consideró como una de las obligaciones a su cargo aclararlas en cualquier encuentro en base a las consecuencias de lo que ellos pensaban desempeñar, de no hacerles el favor de ninguna explicación y de ninguna opinión, de disipar sus ilusiones, de denunciar sus errores, excepto a inclinarse enseguida, lealmente, frente a las instrucciones en que ellos tenían, solos, la responsabilidad gubernamental. A cada uno de ellos le era posible eludirla, alejarla del ministerio y adjudicarla en tal o cual embajada o, más simplemente, dar órdenes que estaban seguros de no ver nunca traicionadas. Y hubiera valido mejor para Léger, si no para el interés público, que hubiesen tenido coraje. No osaban desplazar al jefe de la diplomacia ni al generalísimo del ejército, teniendo horror de exponerse para el gran día.
Es paradojal que Laval, Flandin y Bonnet se hayan acomodado con Léger y que Reynaud lo haya echado. De todos los ministros que habían regido el Quai d´Orsay desde hacía nueve años, ninguno, antes de acceder al poder, había estado en más completa inteligencia con el secretario general. De este podía decirse y se decía viéndolo venir, que no se gastaría en penosas defensas y demostraciones en los comienzos.”
Laval, en octubre de 1934 cuando M.Doumergue, aconsejado por Tardieu, tuvo la idea funesta de nombrarlo en Negocios Extranjeros, llamó (Laval) a su lado a M. León Noel, ministro en Checoeslovaquia, viejo prefecto, de carácter mediocre, que lo había asistido ya en 1931. Pretexto alegado: necesitaba ser guiado por un amigo en sus primeros pasos. No persistió en la experiencia. Al cabo de dos semanas, el diplomático se dirigía a su palacio de Praga. Flandin y Bonnet, no osaron siquiera imitar el gesto incompleto de Laval. Tenían sin embargo, el deber de evitar al funcionario, si sospechaban de su juicio. La verdad, es que se sentían intimidados por la dialéctica del hombre (Leger), completamente incapaces de hacerle frente en el debate, de refutar sus argumentos, que sus débiles construcciones no resistían a ese cuadro de asuntos internacionales que dirigía para ellos cada día, que su fragmentaria y superficial interpretación del pasado se desplomaba frente a los vivientes y profundos archivos que tenía en la cabeza quien durante ocho o nueve años (pág.277)había estado en todas las deliberaciones, en todos los trámites, en todos los actos de la diplomacia francesa. Celosos de esa autoridad profesional, de la fuerza persuasiva que ejercía sobre ellos, decidieron hacerlo el chivo emisario de sus faltas, de constituirlo en excusa permanente de su quiebra, de denunciarlo en voz baja, como al sarnoso, de quien venía todo el mal. En voz alta o por escrito, no le han decretado más que elogios, y le han conferido los más grandes honores. George Bonnet atribuía esa duplicidad, al absurdo»
“Se contó que los dos personajes diferían grandemente el uno del otro. Reynaud lanzó las premisas en la conclusión. Se sirve de frases vivas, aceradas, de un ritmo corto y rápido. Ligero, más penetrante, más atento en el detalle, desarrolla su pensamientos en vastas ondulaciones verbales. Fatalmente, los dos temperamentos tenían que chocar. Tal es la explicación dada corrientemente. Pero no basta. El ministro y el funcionario se conocían de hacía tiempo: pero su separación moral no es anterior al 13 y 14 de mayo (1940). Entonces el embajador aprende que los caudatarios de Reynaud explotan los primeros reveses y hablan de “liquidar la guerra” y que así ganan en crédito. Será el momento de retener al jefe del gobierno, de cuidarlo, de estrecharlo de cerca, de reconquistarlo. Pero él está herido en su dignidad. Desdeña maniobrar. Se encierra en su función y adopta una actitud fría. Mme. de Portes y su facción, teniendo el campo libre, precipitan sin pausa el derrumbe de la política francesa. (2): En esa época –probablemente el domingo 19 de mayo-el presidente Roosevelt hizo pedir a Reynaud que un portaaviones fuera a los Estados Unidos, y cargara los casi cien aviones que consentía en cedernos, los mismos que, transportados por el “Bearn”, se pudren ahora en La Martinica (1943) Reynaud sufría y Mme. de Portes estaba enferma. No queriendo que la orden fuera dada, ella montó sus grandes caballos. Reynaud no se alejó más que una hora. Recibiendo por teléfono el pedido de audiencia de Mr. William Bullit, ella trató de decir que Reynaud no estaba visible. El embajador quiso explicar el objeto de su gestión fuera de la presencia de Mme. de Portes. No tuvo éxito”
Página 278: “El trabajo de aproximación comenzó, el 30 de marzo (1940) con la llegada de Baudoin al Consejo. Ahora el equipo de reemplazantes extiende hacia las palancas de comando sus manos temerarias.
El secretario general es castigado mientras se lo supone servidor de la izquierda. Así es caucionada la denuncia de Léger, siempre dirigida a la derecha. (Lo resaltado es nuestro). No solamente en la época de Briand en que él fue el jefe de gabinete, también después de la muerte de ese ministro, cuando la política francesa desligada de la ideología locarniana (esto en referencia al Pacto de Locarno) ensayaba reclutar todos los aliados posibles para conjurar el peligro exterior. Particularmente los políticos que reprochaban a Reynaud el haber abierto el gobierno a los socialistas, afectaban no ver en el secretario general nada más que al diplomático del Frente Popular (Primer Ministro León Blum) Era olvidar que ese elemento durable de nuestra diplomacia a través de varias legislaturas movibles, debió servir con la misma abnegación a gobiernos de centro izquierda y de Unión nacional, también como el de extrema izquierda. Era olvidar que en el régimen de Frente Popular, había sido en el Parlamento, el blanco de los comunistas.
Además, para que aparezca la injusticia de la reputación, no hay más que confrontarla con los hechos. Bastarán dos ejemplos. El secretario General no ha interpretado el tratado con Rusia, sino como cuña rota entre ese país y Alemania. Bajo Paul Boncour y bajo Barthou, recelosos de demoler la conjugación germano-rusa de Rapallo y, al mismo tiempo, de evitar la ligadura política y militar directa con la Unión soviética, se encaprichó, más tiempo quizás de lo que convenía, en el proyecto de pacto regional que pretendía reunir a Rusia, Alemania, Polonia, Checoeslovaquia y Naciones Bálticas. Es interesante notar que Laval se dirigió a Moscú, en mayo de 1935, contra la opinión de los funcionarios. En lo que concierne a España, conocemos la acción personal del secretario general. Encontró las formulas de la “no intervención” no cerrando los ojos a los peligros que ellas comportaban pero forzado a resguardarse del riesgo de ruptura con Neville Chamberlain y sus amigos conservadores, amenaza esta, grave e inmediata” (Este es un punto a desarrollar con detenimiento, por qué ruptura, por qué grave. Averiguar si Francia sola podría haber ayudado a la República diplomáticamente y con venta de armas)
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