Siguiendo con la obra de Isaac Deutscher, en el mismo capítulo citado en las tres partes anteriores, en página 398 dice:
“A fines de junio las maniobras de Stalin en Berlín, así como en Londres y París, parecían haber llegado a un punto muerto. En todas las capitales reinaban la misma desconfianza y el mismo deseo de ganar tiempo…Stalin se enteró de que Alemania estaba dispuesta a dar un viraje y asumir una actitud pro-rusa. ..El 22 de julio…los rusos por fin convinieron en hablar de negocios, sin insistir en que primero se creara la “base política”. Pero tres días más tarde Londres y París por fin convinieron en enviar sus misiones militares a Moscú. Llevando el doble juego a su fase decisiva, Stalin continuó asegurando y reasegurando sus flancos. Mantuvo abierta la puerta de la calle para los británicos y los franceses y limitó los contactos con los alemanes a la puerta trasera. Destacó a los jefes militares más importantes y al Comisario de la Defensa, Voroshílov, para sostener conversaciones con las misiones militares occidentales (las negritas son nuestras) mientras dejaba a Astájov (diplomático de segunda fila) la responsabilidad principal de los contactos con los nazis. Aún ahora, después que se han publicado tantos documentos sobre estos hechos, sigue siendo imposible decir con certeza a cuál parte le concedía entonces Stalin mayor importancia: a la trama que se representaba en el escenario o a la intriga que se desarrollaba en la penumbra de los entretelones. Lo cierto es que si los gobiernos occidentales hubiesen tenido el propósito de empujarlo a los brazos de Hitler, no habrían podido hacerlo más efectivamente de lo que lo hicieron. La misión militar anglo-francesa pospuso su partida hacia Moscú durante once días preciosos. Desperdició otros cinco en su viaje, utilizando el más lento de todos los barcos disponibles. Cuando llegó a Moscú, sus credenciales y sus atribuciones eran imprecisas. Los gobiernos cuyos Primeros Ministros no habían considerado indecoroso volar a Munich obedeciendo casi a una señal de Hitler, se negaron a enviar un funcionario de rango ministerial para negociar una alianza con Rusia. Los oficiales enviados para sostener las conversaciones militares eran de rango inferior a los que fueron, por ejemplo, a Polonia Turquía. Si Stalin tenía
la intención de formar una alianza, la forma en que fue tratado casi podría haber sido calculada para hacerlo abandonar su propósito. Si su objetivo, por el contrario, era llegar a un acuerdo con Hitler, y si negoció con las potencias occidentales a fin de obtener una coartada moral y poder culpar a los británicos y a los franceses por el aborto de la gran coalición antinazi, durante tanto tiempo anunciada, entonces aquellos le proporcionaron la coartada gratuitamente y con una buena disposición asombrosa” (las negritas son nuestras)
Consultar en la web la biografía de Deutscher para tener perspectiva de su obra aquí citada.
Página 399: “Dada esta situación, Stalin debió de haber temido, por otra parte, que no sólo sería incapaz de mantener a Rusia fuera de la guerra, sino que ésta, aislada del Occidente, bien podría ser la próxima víctima de la agresión alemana .Cierto era que entre Alemania y Rusia todavía se hallaba Polonia, el objeto inmediato de las amenazas de Hitler, y las potencias occidentales estaban a acudir en auxilio de Polonia. Pero, como le dijo posteriormente Stalin a Churchill, aquél suponía que las potencias occidentales abandonarían a Polonia de la misma manera que habían abandonado a Checoeslovaquia y que entonces Alemania y Rusia se enfrentarían directamente. Su única garantía contra esta posibilidad consistía al fin y al cabo en una alianza con las potencias occidentales….Menos de tres semanas antes de la visita de Ribbentrop a Moscú, Schulenburg (embajador de Alemania en la URSS) informó a Berlín: “Mi impresión general es que el gobierno soviético está decidido actualmente a firmar con Inglaterra y Francia si éstas satisfacen todos los deseos soviéticos”
Página 401: “…el 23 de agosto las dos partes firmaron un pacto de no agresión y un “protocolo secreto adicional”. En el pacto se comprometieron a mantener una estricta neutralidad mutua si uno de ellos se viere envuelto en una guerra. El documento no contenía seguridades de amistad, exceptuada la obligación de los dos gobiernos de negociar sus diferencias “a través de intercambios amistosos de opinión”. Stalin no pudo haber tenido la menor duda de que el pacto liberaba inmediatamente a Hitler de la pesadilla de una guerra en dos frentes, y de que en esa medida, desencadenaba la Segunda Guerra Mundial”
Nota del blog: hay que releer las páginas precedentes: si había un país que no quería ni necesitaba una guerra era la URSS, estaba en plena construcción del socialismo en un solo país y las potencias occidentales lograron abortar el intento de una alianza antinazi, en la espera, hay que decirlo bien claro, que Alemania atacara a la URSS.
Página 402, una perspectiva histórica: “La era de la expansión territorial de Rusia se había iniciado. El móvil inmediato de Stalin fue la búsqueda de seguridad, la misma búsqueda, mutatis mutandis, que en el siglo XVIII impulsó a los zares, temerosos del crecimiento del Estado militar prusiano, a colaborar en tres particiones de Polonia. En virtud de esta cuarta partición a Rusia le fue concedido en un principio todo el territorio limitado al oeste por los ríos Narev, Vístula y San…El protocolo secreto también situaba a Finlandia, Estonia y Letonia en la “esfera de influencia” rusa, dejando a Lituania en el lado alemán. Rusia obtenía así el glacis defensivo para su segunda capital, Leningrado, que estaba pobremente protegida contra un ataque. En el sur se reconoció el derecho de Rusia a reincorporarse la Besarabia y Alemania se declaró “políticamente desinteresada” en los Balcanes…En aquel momento Stalin podía haber dictado sus condiciones en los Balcanes también, pues Hitler, ansioso por obtener mano libre, era sumamente generoso con los territorios ajenos. Pero Stalin sólo obraba movido por razones inmediatas de seguridad, sin buscar la expansión por la expansión misma, y puesto que Alemania no se movía en la dirección de los Balcanes, él tampoco lo hizo. La excepción fue la Besarabia, región de lengua rusa cuya anexión por Rumania durante la revolución nunca había sido reconocida por Moscú”
Página 404: “La rapidez con que se derrumbó la resistencia armada de Polonia lo tomó por sorpresa. Cuando Ribbentrop, el 5 de diciembre, comenzó a ejercer presión sobre los rusos para que éstos ocuparan la porción de Polonia que les correspondía, Stalin todavía no estaba listo para dar la orden de marcha. En ese momento lo asaltaron los escrúpulos y las nuevas consideraciones. Resolvió no ayudar abiertamente a la derrota de Polonia y se negó a dar un paso antes de que el colapso de ésta fuera indudablemente completo” Página 405: “Sus nuevas consideraciones tenían que ver con la línea de demarcación que se había fijado y que dejaba en el lado ruso una porción de territorio con población polaca de origen. Stalin no estaba dispuesto ahora a anexarse ese territorio, pues ello significaría una violación demasiado flagrante de los principios declarados de la política bolchevique. Prefirió desplazar la línea de demarcación más hacia el este, del Vístula al Bug, de suerte que en el lado ruso quedaran territorios con población predominantemente ucraniana y bielorusa.La unificación de esos territorios con la Ucrania y la Bielorrusia soviéticas podía justificarse políticamente”
Página 406: “Impresionado por la victoria relámpago de Hitler sobre Polonia, Stalin perdió gran parte de su confianza en sí mismo. La guerra sin tiros en el frente occidental (drole de guerre) le inspiraba aprensiones: ¿no estarían los británicos y franceses absteniéndose de combatir para incitar a Hitler a que atacara a Rusia? Ahora fue él quien tomó la iniciativa para ofrecerle servicios amistosos a Hitler. El pacto de no agresión fue complementado con un tratado de amistad…”
El 30 de noviembre de 1939 Rusia atacó a Finlandia movida por la necesidad de tener bases estratégicas que protegieran a Leningrado, como Comisario de Nacionalidades, Stalin había otorgado a Finlandia en 1917 la independencia. Página 407: “…y mientras una calma ominosa reinaba sobre las líneas Maginot y Siegfried, el gobierno francés anunció que un numeroso ejército al mando del general Weygand estaba concentrado en el Cercano Oriente, frente a la vulnerable frontera rusa del Cáucaso. El 14 de diciembre Rusia fue expulsada de la Sociedad de Naciones que tan indulgente se había mostrado con el Tercer Reich y la Italia fascista. A Stalin no le faltaban razones para preguntarse si las potencias occidentales no se propondrían “desplazar” la guerra de Alemania hacia Rusia”
Página 411: “Por otra parte (Stalin) tenía todas las razones posibles para mantenerse en contacto con los británicos. A principios de julio de 1940, recibió personalmente al nuevo embajador británico, un honor que, desde la visita de Ribbentrop, no le había concedido a ningún otro representante extranjero. El nuevo embajador se había distinguido como un adalid de la amistad anglo-rusa y su nombramiento fue un indicio de la importancia que Winston Churchill atribuía, incluso ahora, a las buenas relaciones con Rusia” (Las negritas son nuestras)
Termina este capítulo de la obra de Deutscher con estas consideraciones: página 420: “Cuando se haya dicho todo lo necesario acerca de los cálculos equivocados y los errores de juicio de Stalin, seguirá siendo incorrecto atribuirlos meramente a sus deficiencias personales. Su política tenía tras de sí una poderosa corriente de sentimiento popular, la corriente que tan claramente presintió Alexander Blok:
Pero desde entonces dejaremos de ser vuestro escudo.
Desde entonces no entraremos en batalla.
Estas palabras de “Los escitas”, dirigidas al Occidente, compendiaban las tensiones espirituales de la sociedad rusa de 1939. La masa del pueblo ruso, agotada por años de ardua construcción económica, apegada por una exaltada devoción a los frutos de su trabajo, agraviada por la hostilidad o, en el mejor de los casos, por la tibieza del mundo exterior, sintiéndose aislada y traicionada en sus empeños idealistas, esa masa se colocó como un solo hombre junto a Stalin cuando éste se negó a moverse “cuando el huno fiero/saquee los bolsillos de los muertos”…”
Esta no era la única corriente de sentimiento popular en Rusia. Había también una corriente subterránea de aprensión y recelo. El Partido abrigaba un sentimiento de culpabilidad. El ejército se sentía vagamente humillado. Pero más fuerte que todo ello era probablemente el deseo del pueblo de escapar al destino inexorable de la guerra”
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