La caída del muro de Berlín se veía en todo el mundo en noticieros y programas de televisión y en ellos se revelaba el pacto Alemania-URSS de agosto de 1939. El gran público se entera de la traición soviética. Pero muchas décadas antes de la caída del muro, cualquier aficionado a la historia de la Segunda Guerra, cualquier persona que buscara las versiones de diferentes historiadores o protagonistas de diferentes países, podía encontrar, valga un solo ejemplo, en “Stalin. Biografía política” de Issac Deutscher (Mexico DF, Ediciones Era S.A. 1965, traducción de José Luis González):
Antecedentes:
Página 381 y sigs, capítulo XI “Política exterior y Comintern II -1934-1941” (todo este capítulo es de consulta obligada): “El advenimiento del nazismo en Alemania no le sugirió inmediatamente a Stalin la necesidad de revisar su política exterior. En un principio esperó cuan estable demostraba ser el régimen nazi y si Hitler continuaría la política de Rapallo de sus predecesores o si, de acuerdo con las ideas expresadas en Mein Kampf (Mi lucha), asumiría una actitud de hostilidad implacable frente a los Soviets. Mientras tanto, Stalin se cuidó de incurrir en cualquier provocación. La absoluta pasividad con que el comunismo alemán se había dejado aplastar por Hitler pudo haber inspirado el cálculo de que las relaciones entre Rusia y Alemania continuarían siendo amistosas, pues ello parecía desmentir…toda idea de intervención rusa en los asuntos de Alemania. El acuerdo de Rapallo y el pacto de neutralidad y amistad de 1926 seguían en vigor; su prolongación fue convenida en 1931 y ratificada en mayo de 1933, unas pocas semanas después de que Hitler fuera nombrado Canciller… Stalin sin duda calculó a base de la fuerza de la tradición bismarckiana de los diplomáticos alemanes, tradición que exigía que el Reich evitara complicaciones con Rusia. Durante el primer año del desempeño de Hitler como Canciller, Stalin no pronunció una palabra en público acerca de los sucesos en Alemania… Sólo rompió ese silencio en el XVII Congreso del Partido, en junio de 1934. Describió el ascenso del nazismo como un “triunfo de la idea de la venganza en Europa”…se esforzó por demostrar que Rusia deseaba mantener con el III Reich las mismas relaciones que con la Alemania de Weimar: “Algunos políticos alemanes dicen…que la URSS se orienta actualmente hacia Francia y Polonia, que la URSS se ha transformado de adversaria del Tratado de Versalles, en partidaria de él; que este cambio se explica por el hecho de haber sido instaurado el régimen fascista en Alemania. Esto no es cierto. Naturalmente, está muy lejos de entusiasmarnos el régimen fascista de Alemania. Pero no se trata aquí del fascismo, por la sencilla razón que el fascismo en Italia, por ejemplo, no ha impedido a la URSS establecer las mejores relaciones con dicho país… No nos corresponde a nosotros, que hemos sufrido la vergüenza de la paz de Brest-Litovsk, cantar loas al Tratado de Versalles. Lo único que ocurre es que no estamos de acuerdo en que el mundo se precipite en el torbellino de una nueva guerra, a causa de este tratado.”
Los acontecimientos subsiguientes intensificaron sus aprensiones. Alemania y Polonia firmaron un pacto de no agresión, lo que le hizo preguntarse si Hitler no estaba jugando a base de la vieja ambición polaca de dominar a Ucrania, ambición cuyo exponente más destacado había sido el Mariscal Pilsudski. Se sintió parcialmente tranquilizado cuando Polonia convino en prorrogar su pacto de no agresión con Rusia. Al mismo tiempo, Moscú le propuso a Berlín la concesión de una garantía ruso-alemana conjunta de las fronteras y la independencia de los pequeños estados bálticos, que formaban una especie de corredor para cualquier ejército que invadiera a Rusia. Hitler, que no deseaba atarse las manos, rechazó la proposición. Desde este momento la preocupación por la seguridad de las fronteras de Rusia predominó en la actitud de Stalin…Por primera vez desde Rapallo, Stalin concibió la necesidad de una revisión a fondo de la política exterior soviética.
El juego diplomático que ahora comenzó entre Rusia y los adversarios occidentales de Alemania, juego que habría de durar hasta el fin de la década, fue quizás el más intrincado de toda la historia moderna; y el papel desempeñado en él por Stalin pareció más complejo que el de cualquier otro estadista… Cada uno de los futuros enemigos de Alemania se hallaba atrapado entre la ilusión de que la guerra era evitable y la oscura conciencia de su inevitabilidad… Cada uno rehuía compromisos militares definidos, temerosos de que tales compromisos acercaran la guerra a sus fronteras.”
Deutscher,pag.383: «En cada uno de los miembros de la futura Gran Alianza alentaba la esperanza de que el impetu del militarismo alemán resurrecto pudiera ser desviado en alguna dirección que no perjudicara a su interés nacional… Cada uno de los futuros Aliados vendió espacio a cambio de tiempo…Francia y Gran Bretaña chapoteaban en el apaciguamiento mientras hacía sonar valerosamente el clarín de la seguridad colectiva. Durante el transcurso de 1934 (nota del blog: a un año del ascenso de Hitler al poder) Stalin se entregó a la busqueda de alianzas protectoras. Gradual, pero no imperceptiblemente, abandonó su oposición al sistema de Versalles y pasó a defenderlo. En septiembre (1934) Rusia ingresó en la Sociedad de las Naciones.» Para entrar en la Sociedad de las Nacione»,, habia dicho Stalin,» hay que elegir, como ha dicho acertadamente el camarada Litvinov, entre el papel de martillo y el de yunque. Y nosotros no queremos ser ni martillo para los pueblos débiles ni yunque para los fuertes». Litvinov pronto se convirtió en el más ardiente partidario de una Sociedad «fuerte» que fuera capaz de impedir la agresión»
marzo 26, 2020 a las 8:09 pm
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marzo 26, 2020 a las 9:44 pm
Gracias por tus palabras, estoy por subir la Parte 3 de este Tema Histórico, un reconocimiento a los sacrificios y a los muertos de la URSS